Con respecto al comentario de Arcadi Espada, les dejo este otro:
Valmont dijo...
Arcadi Espada la defiende, pero a mí me irrita profundamente la banalización del sexo, esa tendencia a convertirlo en una gimnasia que acaba justificando la sentencia de mi estimado Lord Chesterfield: “la posición, ridícula; el placer, exiguo; y el gasto, exorbitante”. Dos, creo, son los errores que llevan a esa lamentable concepción gimnástica.
Uno, el “descubrimiento” de que el sexo es una actividad animal, ¡Como si todas las actividades humanas, incluso las más elevadas, no tuvieran una base animal! Pero lo que distingue a los humanos no es el origen de sus impulsos, sino la capacidad de construir con elegancia a partir de ellos o, si se quiere, de vestirlos con refinamiento. Es esta capacidad la que produce la épica, la lírica y el erotismo. Sin embargo, el que hace ese “descubrimiento” tiende a propender a la melancolía, y a resignarse por completo a su recién descubierta condición animal. Consecuentemente con ello, acaba convirtiendo el sexo en una actividad en la que poco podemos enseñar los hombres a los conejos.
Dos, la pretensión de “naturalidad”. El sexo, se dice, es algo “natural”. Despojémoslo de todo lo demás, porque seguro que los aditamentos superfluos provienen de las represiones, y obtendremos la maravillosa esencia del sexo. Pues no: lo que se obtiene es la maravillosa esencia del aburrimiento, porque la riqueza del erotismo no está en la “naturalidad”, sino en el juego compartido de la transgresión. La desnudez es excitante no porque sea natural, sino porque lo natural es ir vestido. De la correcta utilización del desnudo como herramienta de transgresión nace el deseo.
Debo decir, sin embargo, que observo en su último párrafo que no todo está perdido para el Hermano Arcadi: en realidad, se siente atraído por las colegialas.
Valmont dijo...
Arcadi Espada la defiende, pero a mí me irrita profundamente la banalización del sexo, esa tendencia a convertirlo en una gimnasia que acaba justificando la sentencia de mi estimado Lord Chesterfield: “la posición, ridícula; el placer, exiguo; y el gasto, exorbitante”. Dos, creo, son los errores que llevan a esa lamentable concepción gimnástica.
Uno, el “descubrimiento” de que el sexo es una actividad animal, ¡Como si todas las actividades humanas, incluso las más elevadas, no tuvieran una base animal! Pero lo que distingue a los humanos no es el origen de sus impulsos, sino la capacidad de construir con elegancia a partir de ellos o, si se quiere, de vestirlos con refinamiento. Es esta capacidad la que produce la épica, la lírica y el erotismo. Sin embargo, el que hace ese “descubrimiento” tiende a propender a la melancolía, y a resignarse por completo a su recién descubierta condición animal. Consecuentemente con ello, acaba convirtiendo el sexo en una actividad en la que poco podemos enseñar los hombres a los conejos.
Dos, la pretensión de “naturalidad”. El sexo, se dice, es algo “natural”. Despojémoslo de todo lo demás, porque seguro que los aditamentos superfluos provienen de las represiones, y obtendremos la maravillosa esencia del sexo. Pues no: lo que se obtiene es la maravillosa esencia del aburrimiento, porque la riqueza del erotismo no está en la “naturalidad”, sino en el juego compartido de la transgresión. La desnudez es excitante no porque sea natural, sino porque lo natural es ir vestido. De la correcta utilización del desnudo como herramienta de transgresión nace el deseo.
Debo decir, sin embargo, que observo en su último párrafo que no todo está perdido para el Hermano Arcadi: en realidad, se siente atraído por las colegialas.
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