Camacho habla en ABC de los vaivenes de Zapatero.
En España un político (especialmente si es de izquierdas) puede desdecirse por completo y no pasar absolutamente nada. De hecho, como estamos viendo con Zapatero, es perfectamente posible, incluso, trasladar la crítica a la oposición (especialmente si es de derechas): ¿no es una muestra de irresponsabilidad, electoralismo, etc, criticar al gobierno, no sólo cuando practica una política, sino también cuando rectifica?
Rectificación es aquí la palabra clave. Lo que subyace en esta falacia, que permite a un gobierno hacer una cosa y la contraria, y de paso eliminar la crítica de la oposición, es, precisamente, confundir la rectificación con el realineamiento.
La rectificación debe provenir de un proceso intelectual, a través del cual se llega a la conclusión de que la postura mantenida hasta entonces era equivocada. Por eso, el segundo requisito básico de la rectificación es el reconocimiento del error. Y, cuando desde la postura recién abandonada, se ha atacado virulentamente a los que mantenían la posición adoptada tras la rectificación, es necesaria, además, la presentación de disculpas.
Obviamente, nada de esto ha ocurrido con el dramático timonazo de Zapatero. Y no ha ocurrido, sencillamente, porque no ha sido una rectificación, sino un realineamiento de los Dogmas progresistas con la realidad (recordemos que para el progrecentrismo, el universo gira, no en torno a la realidad, sino alrededor de estos Dogmas). Sin embargo en ocasiones la fuerza gravitacional de la realidad (por ejemplo, en forma de ruina económica) es excesiva, y los soles progresistas, para evitar ser chamuscados, deben abandonar, apresuradamente pero con circunspección, sus órbitas, y situarse en otras desde las que continuarán siendo el centro del universo.
El universo progresista puede continuar funcionando perfectamente a pesar de tener un centro móvil, pero es que su verdadero motor es el resentimiento. Sin embargo esto es otra historia.
En España un político (especialmente si es de izquierdas) puede desdecirse por completo y no pasar absolutamente nada. De hecho, como estamos viendo con Zapatero, es perfectamente posible, incluso, trasladar la crítica a la oposición (especialmente si es de derechas): ¿no es una muestra de irresponsabilidad, electoralismo, etc, criticar al gobierno, no sólo cuando practica una política, sino también cuando rectifica?
Rectificación es aquí la palabra clave. Lo que subyace en esta falacia, que permite a un gobierno hacer una cosa y la contraria, y de paso eliminar la crítica de la oposición, es, precisamente, confundir la rectificación con el realineamiento.
La rectificación debe provenir de un proceso intelectual, a través del cual se llega a la conclusión de que la postura mantenida hasta entonces era equivocada. Por eso, el segundo requisito básico de la rectificación es el reconocimiento del error. Y, cuando desde la postura recién abandonada, se ha atacado virulentamente a los que mantenían la posición adoptada tras la rectificación, es necesaria, además, la presentación de disculpas.
Obviamente, nada de esto ha ocurrido con el dramático timonazo de Zapatero. Y no ha ocurrido, sencillamente, porque no ha sido una rectificación, sino un realineamiento de los Dogmas progresistas con la realidad (recordemos que para el progrecentrismo, el universo gira, no en torno a la realidad, sino alrededor de estos Dogmas). Sin embargo en ocasiones la fuerza gravitacional de la realidad (por ejemplo, en forma de ruina económica) es excesiva, y los soles progresistas, para evitar ser chamuscados, deben abandonar, apresuradamente pero con circunspección, sus órbitas, y situarse en otras desde las que continuarán siendo el centro del universo.
El universo progresista puede continuar funcionando perfectamente a pesar de tener un centro móvil, pero es que su verdadero motor es el resentimiento. Sin embargo esto es otra historia.
Comentarios
A) Enrabietados con sus papás.
B) Intentando mantener el estilo de vida al que están bien acostumbrados.
Un abrazo.