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COLA DE RIENZO Y PETRARCA: EL DICTADOR Y EL ARTISTA (7)


26 de agosto de 1346. Amanece en Abbeville y Felipe VI de Francia está contento. Lleva diez días persiguiendo al ejército de Eduardo III de Inglaterra, que ha cruzado el canal con planes poco definidos: es posible que pretendiera una gran invasión del noroeste francés apoyado por un ataque simultáneo desde Flandes; es probable que sólo se tratase de una incursión masiva para humillar al rey francés delante de sus súbditos. Lo cierto es que, tras saquear todos los pueblos por los que ha pasado, y merodear por las cercanías de París, Eduardo III ha emprendido una marcha forzada hacia el norte, intentando alcanzar los puentes del Somme antes que los franceses. Tras varios intentos infructuosos los ingleses han conseguido pasar por el vado de Blanchetaque, y ahora esperan, cansados y hambrientos, unos kilómetros al norte. En Crecy.

A Felipe VI se han unido sus aliados. El rey Juan de Bohemia; Carlo Grimaldi [13]con un contingente de ballesteros genoveses; Luis de Flandes; Jaime, último rey de Mallorca recientemente desposeído de su trono. Al amanecer el ejército francés marcha al encuentro de los invasores. En lo alto de una colina los caballeros ingleses esperan desmontados y apiñados detrás de dos cuerpos de arqueros galeses. En la distancia parecen poca cosa, y los caballeros franceses, numéricamente muy superiores, hierven de impaciencia: sienten que está a punto de escribirse una página gloriosa de la historia, aunque no sospechan que será a su costa. Algo más tarde la mayoría yace en el lodo.


La actuación de Juan de Bohemia ha sido impresionante, especialmente teniendo en cuenta su vejez y su ceguera. Ha pedido a sus caballeros que lo enfilen hacia las líneas enemigas “para al menos dar una buena estocada”; estos han atado sus bridas a las de su señor y se han encaminado hacia su muerte. ¿Qué hace el rey de Bohemia muriendo en suelo francés? Es un reflejo del juego de alianzas de los monarcas europeos en torno al emperador o el papa. En un principio Juan de Bohemia apoyó a Luis IV Wittelsbach, vigente emperador, pero después ha cambiado su alianza por el papa, lo que inmediatamente lo ha colocado en órbita francesa. Un mes antes de Crecy Clemente VI ha nombrado Rex romanorum [14] a Carlos, hijo de Juan de Bohemia. Tradicionalmente este es el paso previo a ser nombrado emperador, por lo que una guerra civil con Luis IV es inminente. Pero en octubre de 1347 Luis morirá de un ataque mientras está cazando osos. Aunque su camino se ha visto súbitamente despejado, Carlos tendrá que esperar aún ocho años para ser coronado emperador.


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«A nuestro dilecto hijo Nicolás, hijo de Lorenzo, nombrado por Nos rector de la ciudad de Roma y su distrito…». «Al ciudadano romano Nicolás, hijo de Lorenzo…». A partir de octubre de 1347 las cartas que Clemente VI dirige al tribuno lo despojan de títulos y ceremonias, sutilmente le recuerdan su origen, y en general pretenden bajarle los humos y ponerlo en su sitio. En una de ellas le ordena que libere a todos los nobles que aún mantiene encarcelados; en otra, que se someta a la autoridad de su legado el cardenal Bertrand de Deulx, que en esos momentos marcha hacia Roma. Cola di Rienzo responde con sus habituales quejas sobre lo injustamente que es tratado y lo malinterpretadas que son sus intenciones, pero continúa haciendo lo que le viene en gana. Mientras tanto, tras huir de Roma después del memorable banquete y frustrada ejecución, Rinaldo y Giordano Orsini han comenzado a hostigarlo desde su fortaleza en Marino, en los montes Albanos, a unos veinte kilómetros al sudeste de Roma. La familia Orsini continúa dividida, y Niccoló permanece en el bando del tribuno como comandante de sus tropas. En noviembre Cola di Rienzo emprende una expedición contra Marino: lleva consigo unas flamantes catapultas de nuevo diseño adquiridas para la ocasión, y tropas de refuerzo proporcionadas por Luis de Hungría. Pero mientras está montando el asedio recibe noticias de la llegada a Roma de Bertrand de Deulx. Tras un par de días de vacilación, Cola di Rienzo decide volver a la urbe. Previamente, y para insultar a sus adversarios, perpetra un acto de crueldad: ahoga en un arroyo cercano a dos cachorros de perro a los que previamente ha bautizado como Rinaldo y Giordano.

Una vez en Roma Cola di Rienzo se encamina a San Pedro con su corona de plata y su pompa habitual. Allí, en absoluto impresionado por el despliegue, el cardenal legado le proporciona fríamente instrucciones: debe abstenerse en el futuro de acciones insensatas como las que ha venido protagonizando, debe arreglar las perpetradas siguiendo estrictamente sus órdenes, y debe jurar sin dilación lealtad al papa. En caso contrario se emprenderán de inmediato acciones temporales y espirituales, incluida la excomunión. Para mayor humillación, el obispo Raimundo de Orvieto es repuesto en su cargo de co-rector. Bastaría la insinuación del más humilde de los mensajeros de Clemente para que él abandonara todo, había dicho Cola di Rienzo en una carta precedente al papa. Ahora sin embargo, ante las órdenes directas de Bertrand de Deulx, continúa arrastrando los pies y mostrándose renuente. Sin ganas de perder más tiempo el legado se retira a Montefiascone, y se dedica a preparar sus próximos movimientos en connivencia con los barones romanos.


En noviembre los Colonna ya han reunido un ejército, marchan contra Roma, y una noche lluviosa llegan por la Via Tiburtina a San Lorenzo extramuros. Al frente está Stefanuccio Colonna, uno de los primeros en haber tomado el humillante juramento de fidelidad al tribuno que ahora el legado ha dispensado. Los acontecimientos se desarrollan caóticamente: la lluvia, la noche y la furia enturbian la percepción de las cosas. Los Colonna han sobornado a unos soldados que guardan la puerta de San Lorenzo, pero no saben que han sido reemplazados en el último turno. El joven Gianni, hijo de Stefanuccio, carga alegremente esperando que las puertas le sean abiertas; tras un momento de sorpresa y vacilación, los guardias destrozan al imprudente jinete. Stefanuccio Colonna ha contemplado la carnicería y carga a su vez desesperadamente, sólo para encontrar el mismo fin. Sucesivas oleadas desorganizadas son repelidas en la puerta, hasta que una salida de las milicias romanas convierte el ejército invasor en despojos. Acaba así el 20 de noviembre de 1347.

Finalmente Cola di Rienzo ha conseguido su venganza contra los Colonna, pero ésta marca su declive definitivo. Leyendo entre líneas la descripción del cronista parece claro que la victoria no se ha debido a la intrepidez del tribuno, sino que ha tenido lugar a pesar de sus vacilaciones. Eso no impide que a continuación se haya arrogado todo el mérito del triunfo. Incluso, tras mojar sus dedos en la sangre de los Colonna caídos en la puerta, ha nombrado a su hijo Caballero de la Victoria. Los pocos cavalerotti que le quedan observan el gesto con desagrado. En realidad ni los más benévolos espectadores pueden dejar de ver que Cola di Rienzo no sólo es un megalómano sino un tirano. Rodeado de los peores, y completamente sobrepasado por los acontecimientos, su equilibrio emocional comienza a vacilar. Más tarde contará que durante doce noches consecutivas se ha visto impedido de pegar ojo por culpa de una lechuza cuyos sirvientes se ven incapaces de ahuyentar y cuyo ulular le parece cargado de malos presagios. Como tiene que continuar manteniendo a su corte de aprovechados y a sus mercenarios, Cola di Rienzo va agobiando a los romanos con tributos cada vez más insoportables: el último un incremento desaforado del impuesto sobre la sal. La situación de los romanos empeora por el bloqueo que los barones imponen a la ciudad.


A finales de noviembre Petrarca, que ha llegado a Pisa, le escribe una última carta:

«He oído que has dejado, de amar a todo el pueblo, como anteriormente, y ahora sólo lo haces a sus peores elementos. Que sólo son éstos a los que sigues la corriente, a los que muestras alguna consideración, y cuyo apoyo buscas (…) ¿Debe el mundo contemplarte a ti, que has sido líder de patriotas, convertirte en cómplice de criminales? ¿Ha declinado nuestra estrella tan rápidamente? (…) La gloria es inmortal; inmortal es también la infamia (…) Recuerda el papel que estás representando en la historia de nuestra ciudad, el título que has asumido, las esperanzas que has despertado, y las promesas que has hecho al pueblo. Considera todo esto y te darás cuenta de que no eres el amo de la república, sino su servidor».

El 3 de diciembre Clemente VI, a través de su legado, excomulga a Cola di Rienzo con palabras poco amables nombrándolo precursor del anticristo e hijo de la perdición. El papa declara además que el tribuno:

«Es puro fraude y falsedad, el hijo del diablo, el enemigo de la justicia, una bestia monstruosa con los nombres de la blasfemia inscritos en su frente».

La segunda semana de diciembre Luca Savelli, convertido en nuevo líder de los barones, aprendiendo las técnicas comunicativas del tribuno, coloca unos carteles en Sant'Angelo in Pescheria urgiendo a la gente a que se rebele contra Cola di Rienzo. Peor aún. En el acuerdo que Cola di Rienzo ha firmado con el emperador Luis IV se incluye el derecho a reclutar tropas entre los romanos. Ahora un cierto conde de Minorbino ha acudido a Roma a tal fin, y por el camino se ha encontrado a los Savelli que, mediante una transacción económica, le han convencido de que cambie de bando. Con unos pocos soldados napolitanos y húngaros Minorbino se atrinchera en Sant'Angelo in Pescheria y desafía al tribuno: los gritos de los napolitanos se entienden con dificultad, y los de los húngaros son incomprensibles, pero el mensaje general está claro. El tribuno, que ha perdido toda su arrogancia, llora y se queja de la envidia y la maldad que ha provocado el fracaso de su gloriosa hazaña. Finalmente se pone en marcha saliendo del Capitolio, pero no marcha al encuentro del conde en Sant'Angelo in Pescheria; sino a refugiarse en el castillo de Sant'Angelo, fortaleza inexpugnable de su general Niccoló Orsini. El tribuno ha abdicado y la aventura ha terminado.
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NOTAS.
[13] Grimaldi fracasará en Crecy, pero en el futuro sus descendientes poblarán la prensa rosa.

[14] Guillermo de Ockham lo llamaba burlonamente ‘rex clericorum’, queriendo decir que no era más que un títere del papa. Luis IV invadió Roma en 1328 y fue coronado, contra la voluntad de Juan XXII, por el senador Sciarra Colonna, el mismo que en 1303 había agredido en Anagni al vigente papa. Durante su breve estancia en Roma Luis IV publicó un decreto deponiendo a Juan XXII por hereje, y facilitó el nombramiento como nuevo papa de un franciscano espiritual que lo acompañaba en sus desplazamientos -este antipapa no gobernaría durante mucho tiempo, y acabaría pidiendo perdón al papa oficial en Aviñón- Después Luis marchó a Pisa, donde permaneció hasta 1329. Su incursión en Italia fue insospechadamente fructífera: con él volvieron a su corte bávara Guillermo de Ockham, el filósofo Marsilio de Padua, y el teólogo franciscano Miguel de Cesena. Este último reaparecerá seis siglos y medio más tarde en la película ‘El nombre de la rosa’.

Imágenes: 1) Batalla de Crecy; 2) El príncipe de gales, hijo de Eduardo III, contempla con admiración el cadáver del rey Juan de Bohemia muerto. Pintura de Julian Russell Story; 3) Eduardo III de Inglaterra nombrado en Coblenza vicario general del Sacro Imperio Romano germánico por el emperador Luis IV; 4) Carlos IV de Bohemia, hijo de Juan de Bohemia, nuevo emperador tras la muerte de Luis IV.

Comentarios

viejecita ha dicho que…
¡ Que bien, todavía queda relato !
Y a mí, me quedan consultas a los mapas históricos, para ver, por ejemplo, donde exactamente caía Bohemia...
Muchas gracias, Don Navarth .
Espero que si a partir de julio acaba de Ministro de Sanidad , ( un cargo que le iría de maravilla ), siga contando historias de la Historia en este su blog.

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