Esto decía –muy innovador para su época- David Hume: la moral no es algo abstracto, que espera ser descifrado por la «razón pura»: es una cuestión de gustos o sentimientos. Y estos gustos morales ¿de dónde vienen? ¿Cuáles son?
Según el antropólogo cultural Richard Shweder, hay comunidades sociocéntricas –las que se enfocan sobre el grupo, cuyos intereses consideran más importantes que los del individuo- y comunidades individualistas –las que aplican el foco sobre el individuo, dejando algo borrosa la sociedad-. La perspectiva sociocéntrica dominó el mundo antiguo y la mayor parte del mundo actual; la individualista se desarrolló a partir de la Ilustración y es exclusiva de occidente –sí, somos raros; peor aún: probablemente somos precarios-. Pero sean sociocéntricas o individualistas, en todas ellas –según Shweder- se pueden observar tres grandes áreas de asuntos morales, las referidas a la autonomía personal, a la comunidad y a la divinidad. El área moral de la autonomía se centra en el individuo, su asunto principal es la aversión al daño, y es la que acaba sustentando conceptos como la libertad y los derechos individuales: obviamente es la que está más desarrollada en occidente. En el resto de las sociedades se desarrolla más el área moral de la comunidad, en la que caben conceptos como deber, lealtad al grupo –y rechazo al de fuera-, patriotismo y jerarquía. El área de la divinidad es difícil de definir. Está relacionada con conceptos como pureza y contaminación, santidad y pecado; parte de una visión vertical de la perfección en la que el contacto de lo inferior puede corromper lo superior. Curiosamente parece haberse desarrollado a partir de la sensación del asco, del deseo de evitar lo impuro o contaminado. Dejemos esto para otro día.
A partir de las áreas morales definidas por Shweder, y del enfoque de Hume (la moral como emoción o gusto) Jonathan Haidt desarrolla su «Teoría de los cimientos morales» y propone la siguiente alegoría: la mente virtuosa es como una lengua con seis receptores. La moralidad de cada sociedad, de manera similar a su gastronomía, es una construcción cultural que, partiendo de los mismos receptores morales o gustativos, e influenciada por azares de ambiente e historia, llega a unas construcciones diferentes.
Estos receptores morales son módulos independientes resultado de la evolución. Y en principio cinco buenos candidatos son estos: protección del vulnerable, equidad en los intercambios interpersonales, lealtad al grupo, respeto a la autoridad y preservación de la santidad/pureza:
«Cinco desafíos adaptativos destacan muy claramente: cuidar a los vulnerables niños, formar colaboraciones con no-parientes para cosechar los beneficios de la reciprocidad, formar coaliciones para competir con otras coaliciones, negociar jerarquías, y mantenerse a sí mismo y a sus parientes libres de parásitos y patógenos, que se propagan rápidamente cuando la gente vive en estrecho contacto unos con otros».
Posteriormente Haidt incluyó un nuevo receptor, el de la igualdad/libertad y la aversión a las jerarquías no justificadas, quedando la lista definitivamente en seis, los tres primeros relacionados con la autonomía –siempre según terminología de Shweder-, y los otros tres con la comunidad y la divinidad.
1) El módulo de protección evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de velar por las crías. Los mamíferos invierten más en las suyas que los ovíparos, que las producen más fácilmente. Y el humano, cuyo cabezón es tan grande que la madre tiene que expulsarlo un año antes de que sea capaz de andar, requiere una inversión de cuidado adicional. Somos los descendientes de aquellos más sensibles a los signos de sufrimiento y necesidad de los desvalidos, y de los que más se enfadaban ante la visión de la crueldad.
2) El módulo de la equidad evolucionó en respuesta a poder cosechar los beneficios de la cooperación sin ser mangoneado. Nos hace reaccionar favorablemente ante las muestras de colaboración y altruismo por parte de otros, y nos hace querer castigar a los gorrones y aprovechados –recuerden la agresividad que experimentan cuando un listillo se les cuela en la salida de la autopista-.
3) El módulo de la libertad está relacionado con no reconocer la posición de dominio de quien no se juzga merecedor de ella. Este módulo está en realidad muy relacionado con la igualdad, y con la resistencia a la opresión.
Los tres siguientes módulos están relacionados con las ventajas competitivas que ofrece participar en un grupo cohesionado. Lamentablemente cada uno de ellos parece tener un reverso tenebroso (o un yang, si son ustedes más del tipo new-age):
4) Lealtad al grupo. Evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de formar y mantener coaliciones. Nos hace reaccionar favorablemente ante los que juegan en equipo, y nos hace querer castigar a los que lo traicionan. Este es el módulo del patriotismo, y tiene el reverso tenebroso del tribalismo: nuestra capacidad para colaborar dentro del grupo va unida a nuestra predisposición a destruir al de fuera.
5) Autoridad. En su origen derivado de la presencia de miembros dominantes en la manada con efectos positivos para ésta –capacidad de ejercer el liderazgo y minimizar conflictos-. En la actualidad está relacionada con la estabilidad y el mantenimiento del orden en el grupo. Su yang es la opresión.
6) Santidad. Evolucionó a partir del asco y éste del “dilema del omnívoro”, consistente en ser capaz de comer cualquier cosa pero evitando todo aquello que pueda enfermar o matar. Se incluyen aquí los tabúes sexuales, y otros más recientes relacionados con el medio ambiente y la alimentación. Su reverso o cara oscura es la intolerancia.
Estos módulos son independientes y graduables, como los mandos de un ecualizador. De modo que algunas personas tienen algunos de ellos ecualizados al máximo y otros al mínimo. La foto resultante del ecualizador es una «matriz moral».
¿Cómo llega alguien a ser –en terminología norteamericana- liberal o conservador, demócrata o republicano? El camino se construye por la disposición genética, la experiencia, y la adopción de uno u otro relato existencial. A partir de estos hitos uno tendrá ecualizados de una u otra manera sus módulos. En este camino hay varias disyuntivas que no son simétricas: actualmente, en occidente el relato liberal es hegemónico.
Dado que a Haidt le preocupaba la polarización del debate partidista aplicó su modelo a la búsqueda de posibles diferencias entre liberales y conservadores. Y se encontró con que eran profundas. Todos, liberales y conservadores, utilizan el módulo de la protección, pero los liberales parecen valorarlo más, y están dispuestos a sacrificar otros módulos, como el de la equidad, cuando chocan con él. Sin embargo lo más interesante es que, a diferencia de los conservadores, los liberales no alcanzan a ver más que el reverso tenebroso de los tres últimos módulos. El resultado es que los liberales tienen una moral basada en tres fundamentos, mientras que los conservadores usan los seis.
Esta conclusión tiene importantes implicaciones. Una de ellas es que, mientras los conservadores pueden entender a los liberales –emplean sus mismos módulos aunque alguno menos acentuado-, los liberales encuentran grandes dificultades para entender a los conservadores:
«¿Pueden los partidarios al menos entender el relato contado por el otro partido? Los obstáculos para llegar a empatizar no son simétricos. Si la izquierda construye sus matrices morales en un número más reducido de fundamentos morales, entonces no hay fundamento usado por la izquierda que no sea también usado por la derecha (…) Pero cuando los liberales intentan entender la narrativa (de los conservadores) lo tienen más complicado. Cuando hablo a las audiencias liberales de los tres fundamentos cohesionadores –lealtad, autoridad, santidad- me doy cuenta de que la mayoría de la audiencia es incapaz de entenderlos: rechazan inmediatamente estas materias como inmorales. La lealtad al grupo encoge el círculo moral; es la base del racismo y la exclusión, dicen. La autoridad es opresión. La santidad es charlatanería religiosa cuyo única función es suprimir la sexualidad femenina y justificar la homofobia».
¿Es posible construir una sociedad estable exclusivamente a partir de los valores referidos a autonomía? ¿Es posible una ética unidimensional o bidimensional, basada principalmente en el daño, o es necesario contar con todas las dimensiones, incluidas las grupales? Si contestamos que es posible, nos estaremos alineando con Kant y Mill: en caso contrario con Durkheim, para quien la ausencia de valores de grupo lleva a la anomia y al suicidio. No parece que un modelo ultraindividualista, con todos los módulos grupales ecualizados a cero, sea viable. Por eso Haidt, que empezó su andadura como liberal («había asumido que conservadurismo = ortodoxia = religión = fe = rechazo de la ciencia. De eso se seguía que, como científico y ateo, estaba obligado a ser liberal»), acaba comprendiendo también el pensamiento conservador:
«Los conservadores creen que la gente es intrínsecamente imperfecta e inclinada a actuar mal cuando se eliminan las restricciones y responsabilidades (…) Creen que nuestro razonamiento está sesgado y es propenso al exceso de confianza, de modo que es peligroso construir teorías basadas en la pura razón, no limitadas por la intuición y la experiencia histórica (sí, escuchad a Hume) (…) Creen que las instituciones surgen paulatinamente como fenómenos sociales, que entonces respetamos e incluso sacralizamos, pero que si las despojamos de su autoridad y las tratamos como contribuciones arbitrarias que existen sólo para nuestro beneficio las hacemos menos efectivas. Nos exponemos así a la anomia y el desorden social (sí, escuchad a Durkheim) (..) Mientras continuaba leyendo las obras de intelectuales conservadores como Edmund Burke en el siglo XVIII pasando por Friedrich Hayek y Thomas Sowell en el XX, empecé a ver que habían alcanzado una visión crucial en la sicología de la moralidad que no había encontrado antes. Ellos entendían la importancia de lo que llamaré capital moral».
El capital moral es el conjunto de valores compartidos por una sociedad. Más concretamente «el grado en el que una comunidad posee sistemas interconectados de valores, virtudes, normas, practicas, identidades, instituciones y tecnologías que encajan bien con mecanismos psicológicos y de este modo permiten a la comunidad eliminar el egoísmo y hacer posible la cooperación». La cohesión de las sociedades depende, según Haidt, de su nivel de capital moral.
La aportación definitiva de Haidt está en que busca armonizar en lugar de dividir –al menos dentro de la sociedad-. Defiende la necesidad de alejar el debate partidista de una visión maniquea -la que considera que el partido propio es la luz y el contrario las tinieblas-, y de entender por el contrario que liberales y conservadores son para una sociedad como el yin y el yang: si unos son necesarios para que la sociedad no se estanque, los otros lo son para que no se desintegre.
The righteous mind. Jonathan Haidt.
Comentarios
Y voy a copiar sus dos textos sobre el libro, e intentar conseguir este último en tapa dura, para regalárselo a mi hijo pequeño.
Que le ocurre conmigo justamente eso que explica usted sobre los "Liberals" y los conservadores , o sea ; que yo comprendo su punto de vista y en muchos aspectos lo comparto, pero que él no comprende los míos, y me considera inconsistente por ello.
Y muchas Gracias
Un abrazo
De todas maneras es una visión renovadora para mí.
Le dejé una nota sobre un libro sobre Rienzi en la entrada anterior.
Y lo de Rienzo disculpe: o leí pero se me olvidó responder. En efecto, conocía el libro de Bulwer-Lytton pero no lo he leído, y he puesto en la bibliografía sólo los textos que efectivamente he consultado.
Muchas gracias a usted D. Madrileo (¿falta una ñ?). Le aseguro que los ánimos de los lectores es lo que incita a seguir escribiendo.
Haré algunos comentarios:
1. Con respecto al jinete y el elefante y a su relación. "Si no fuera absurdo hacer este tipo de estimaciones, diría que el 99.9% del conocimiento de un organismo es innato o heredado y sólo una décima parte[del 1%] consiste en modificaciones de dicho conocimiento innato. Sugiero, además, que también es innata la plasticidad precisa para esas modificaciones". Karl Popper, Conocimiento objetivo, pág. 75.
2. Con respecto a la función del jinete (resolver los problemas del elefante en su entorno físico y social) y los fallos que comete al valorarse a sí mismo (autoengaño) por la necesidad de mostrarse mejor de lo que realmente es. véase: Pínker, La tabla rasa, págs 387 a 390.
3. Con respecto a Hume... pues no tenía razón. Léase de nuevo a Popper: Conocimiento objetivo, capítulo I: El conocimiento como conjetura, mi solución al problema de la inducción. Y como ejemplo de que nuestros sueños y esperanzas no controlan necesariamente las conclusiones a las que lleguemos léase de nuevo a Popper: Conjeturas y Refutaciones, pág. 27, editorial Paidós.
"El aumento de la irracionalidad durante el siglo XIX y lo ocurrido en el XX es el resultado natural de la destrucción del empirismo por parte de Hume". Bertrand Russell, Historia de la filosofía occidental.
El problema tiene mucha enjundia.
El relato tribal es muy primario, nuestra programación genética lo capta a la primera, en realidad lo busca, siguiendo la teoría del gen egoísta: nos identificamos con los más próximos genéticamente (familia, clan, tribu) y el altruismo con los de mi grupo en realidad es egoísmo de los genes. El paso de la identificación de la familia al clan y después a la tribu se aleja un poco del interés de los genes, ya que en ese orden compartimos menos ADN. Eso significa que ha habido una modificación de una disposición innata. Es posible ampliar el "círculo de la empatía" (como lo llama Pínker) hacia unidades cada vez mayores hasta incluir a toda la humanidad, la comunidad global. Las fuerzas que operan en sentido contrario son muy potentes, están más enraizadas genéticamente; la fuerza que trata de modificarlas, la racionalidad, el pensamiento claro y la experimentación, actúa con menos intensidad, dado que surgió más recientemente en la evolución y está menos enraizada genéticamente. Es esta última la que debe modificar a las primeras con un relato en defensa de la sociedad abierta.